Ecofeminismo: cuando la sostenibilidad pasa por la igualdad

Quizá hayáis oído antes el termino “ecofeminismo”, o igual no. La palabra como tal no la vemos habitualmente en redes sociales, noticias u otros medios de masas, pero sus principios están ahí. En realidad, es un concepto muy sencillo. Se trata de la corriente de pensamiento que aúna las luchas feministas con las iniciativas ecológicas y de protección del medio ambiente. ¿Cómo concebimos que ambos pensamientos trabajen juntos? ¿Cuál sería su punto de unión? En este nuevo post analizaremos precisamente eso. Esperamos resolver dudas y dar respuestas a cómo se conceptualiza el movimiento ecofeminista.

El ecofeminismo como tal surgiría en los años 70 en todo el mundo, en muchos lugares estrechamente vinculado con el movimiento hippie. Ya conocemos las iniciativas ecologistas de los hippies, por supuesto. Pues, desde esa mirada, se empieza a plantear el problema de la superpoblación, los daños al planeta que puede causar, y se plantea que es precisamente por la falta de autonomía corporal de las mujeres y los roles de género estrictos que este problema puede tener raíz. El feminismo incluye la lucha ecológica en su agenda, puesto que hablaríamos de un problema que se ligaría a las injusticias de género hasta el momento. Se entiende que, si la mujer logra su autonomía y agencia corporal, beneficiaría a todo el planeta.

Resulta llamativo comenzar con estos inicios tan revolucionarios. Según estudios, la mayor parte de la fuerza activista ecologista la componen mujeres en todo el mundo. Observamos que la mujer toma un papel muy activo y relevante en la lucha por la protección del medioambiente hasta el día de hoy. Sin embargo, ¿no nos rechina esto? ¿No parece que estemos volviendo y reafirmando la idea de la mujer ligada a la naturaleza y los cuidados? Esta dicotomía naturaleza/mujer vs. cultura/hombre ha sido un concepto muy nocivo en la lucha feminista, sobre todo de las primeras olas del movimiento. ¿Por qué?, diréis. Si el medioambiente es importante, ¿no?

Aunque la naturaleza y el medio sean de gran importancia, reducirlos a esta dicotomía simplista lo único que hace es separar no sólo los roles e identidades de género de hombres y mujeres, sino también la idea de naturaleza como algo “salvaje” y extraño separada completamente de la civilización, cultura y progreso, que en este caso definirían al hombre y al ser humano en su conjunto. Es una dicotomía que desde la antropología y el feminismo se lleva estudiando y abordando desde los inicios, con el fin de desmontarla. Pero, entonces, ¿en qué lugar queda el ecofeminismo? Habría varios modos de explicar el porqué la lucha ecologista es liderada por mujeres, pero aquí nos centraremos en los que creo que son los más importantes.

En primer lugar, nos remitiremos al ya tan conocido estado o sistema patriarcal. Y nos remitiremos, de nuevo, a los roles de género. Desde el patriarcado y sus organismos de producción y reproducción de conocimiento, se han considerado naturales e intrínsecos de cada género (dos, en este caso, ya que en el patriarcado occidental colonial sólo existe el género binario) un conjunto de comportamientos y aptitudes que son más bien enseñados. El hombre como ser de innovación tecnológica, violencia, acción e individualidad, y la mujer como ser de la naturaleza, familiar, pasivo, conciliador. La mayor presencia de la mujer en los movimientos ecologistas podría deberse a su vinculación con la “Madre Tierra”, pero más que nada con esos valores aprendidos de conciliación y cuidados.

Parece que estemos desmontando el ecofeminismo con estos preceptos, pero os aseguro que no. La crisis climática y desastre medioambiental que vivimos no es una cuestión a debate, en especial hoy en día. Estamos perdiendo ecosistemas y especies a velocidades desmesuradas y de forma irreparable. Estamos contaminando océanos, mares, bosques y el aire en cantidades masivas. Nos hayamos hoy en día en una situación irreversible a como estaba nuestro planeta hace 50 o 100 años, y no precisamente para mejor. ¿Es precisamente este rol aprendido de empatía y cuidados el que ha llevado a las mujeres a tomar un papel más activo en esta lucha? Puede que sí. ¿Es entonces necesario en la humanidad un cambio radical de paradigma hacia esa conciencia que diríamos “femenina” si queremos sobrevivir al desastre medioambiental y a la extinción? Pues, puede que también.

Además de esto, el feminismo ha visto en el ecologismo y la lucha por el bienestar animal sus sinónimos. Del mismo modo que hablamos de interseccionalidad en el feminismo con respecto a cuestiones de racismo, intolerancia religiosa, de clase o ableísmo, la lucha medioambiental también se enfrenta a un sistema que oprimiría, explotaría y torturaría a los seres vivos y recursos naturales con el fin de proveer para un sistema patriarcal capitalista colonial de hiper consumo.

En segundo lugar, hablemos de la llamada “falsa pobreza”. Para entender este concepto debemos plantearnos primero qué es la pobreza en sí. La definiríamos como la ausencia de unos recursos básicos de subsistencia (por ejemplo, un techo, agua limpia, alimento variado y saludable, refugio frente a las inclemencias del tiempo). Y, sin embargo, cuando hablamos de pueblos como los de la Amazonía, no podemos evitar figurárnoslos como pobres. ¿Por qué? ¿No tienen sus casas, sus alimentos, sus medios y herramientas para subsistir de forma prudente y honrada?

El concepto de “falsa pobreza” sería un invento del sistema capitalista de hiperconsumo, de un estado de bienestar basado en la producción masiva. Este atribuiría unas necesidades inexistentes y unos estándares de vida insostenibles con el fin de promocionar un consumo de bienes que sostendrían el enriquecimiento, principalmente, de los países ricos que los venden (ojo, que no tienen que ser el lugar de producción del producto). Podríamos y estaríamos hablando de un neocolonialismo capitalista que implanta necesidades prediseñadas en el imaginario común.

Aunque parezca un poco extremo, si llevamos esta idea a casos prácticos vemos lo perjudicial para el medioambiente que puede resultar, así como para la salud humana. Las culturas y tradiciones locales dependen de medios locales: alimentos variados y saludables nativos de sus zonas (no invasivos, procesados o importados de macro factorías) y producidos de forma local y tradicional, materiales de construcción obtenidos (mayoritariamente) de forma sostenible y adaptados a las inclemencias del clima local, ciclos vitales que se adaptan a los modos de vida y a las necesidades y recursos de su ecosistema… Si introducimos una necesidad de una casa de hormigón, un supermercado con filas y filas de alimentos importados, etc., dañamos los ciclos y la interconexión de los pueblos con su medio.

¿Qué papel juegan las mujeres en este contexto? En muchos de los casos, la mujer juega un papel esencial e importante en todo este contexto de subsistencia y tradiciones culturales. Al implementar esta mentalidad de la globalización colonial occidental, introducimos el sistema patriarcal opresor, que, en este caso, restringiría estas prácticas tradicionales a las mujeres como parte de su rol como cuidadoras y amas del hogar. Se produce una feminización de la pobreza, donde es la mujer la que sufre de esta “falsedad” y de los efectos de la colonización consumista que persigue eliminar este supuesto estado de pobreza.

En definitiva, lo que vemos es que la destrucción del medioambiente afecta en gran medida a la mujer por su papel impuesto en el sistema patriarcal occidental que coloniza estos espacios naturales para su explotación. Es por eso que se desarrolla la corriente ecofeminista, la cual pondría a las mujeres en el centro como principales agentes de cambio y principales afectadas por la crisis medioambiental global. Al sustituir la verdadera pobreza material por una pobreza de carácter “cultural” (“pobreza” según es entendida por la cultura impositiva), eliminamos del imaginario común las prácticas sostenibles tradicionales y las sustituimos por otras que dañan sobremanera el entorno.

Este sistema de colonización de la pobreza lo que ejercería en el marco del feminismo es una violencia sistemática sobre las mujeres del mundo, en especial indígenas o de color. Es bien sabido que las grandes factorías suelen emplear a mujeres como mano de obra más barata para su explotación, beneficiándose de esos valores patriarcales y misóginos que traen desde las metrópolis. Aparte de lo que ya hemos comentado, es precisamente sobre estas comunidades indígenas sobre las que recae en mayor medida el peso de la crisis medioambiental, por la escasez de recursos, destrucción de sus territorios y subsiguiente explotación por parte de un sistema de producción.

Un concepto muy importante que nos llega del ecofeminismo es el de interculturalidad ecológica. Acabamos de mencionar cómo la colonización capitalista elimina prácticas sostenibles de subsistencia de las regiones colonizadas. ¿No sería interesante preservar estas tradiciones y compartirlas? En la actualidad, muchas grandes compañías se llenan la boca con discursos sobre productos ecológicos y sobre medidas que las personas de a pie debemos hacer para preservar el planeta. Y, sin embargo, son las grandes compañías y su impulso de formas de vida en discordia con prácticas y materiales tradicionales las que suponen el mayor porcentaje de contaminantes del planeta.

La interculturalidad ecológica podría servirnos como camino y comunicación para incorporar prácticas sostenibles de todas las culturas, siempre y cuando sean factibles de realizar. Podríamos hablar de una interseccionalidad de la ecología, donde distintas prácticas en distintos contextos se unirían para luchar por mejores modos de vida que nos ayuden a lograr esa emancipación de los colectivos más oprimidos a la vez que preservamos el lugar en el que vivimos. Es por ello que, sobre todo hoy en día, el feminismo debe ser interseccional, y el ecologismo debe obligatoriamente incorporar a aquellos que tendrían la clave para la supervivencia sostenible del ser humano, y que sufren en mayor medida las consecuencias de la destrucción del medioambiente.

~ Noelia

REFERENCIAS:

Monreal Requena, P. (1999) Mujeres, género, desarrollo: conceptos y mundos encontrados. En: La controversia del Desarrollo: críticas desde la antropología.

H. Puleo, A. (2017) ¿Qué es el ecofeminismo? Cuaderns de la Mediterrànea, vol. 25.

Medina Arjona, E. (2019) Ecofeminismo e Interculturalidad. Feminismo/s, vol. 34.

Vandana, S. (1995) Abrazar la Vida. Mujer, ecología y desarrollo.

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