Lo que implica morir

Hablar de la muerte, de la propia y de la ajena es complicado y prácticamente casi nunca agradable. Durante este año, por desgracia, casi todo el mundo la ha vivido de cerca, ya sea por familiares cercanos o amigos, por la aparición de esta de una forma tan explícita en televisión, o por el simple hecho de la propia reflexión que nos hemos visto a hacer tras una pandemia.

Durante mucho tiempo la muerte se ha vivido como un tabú, incluso sustituyendo al del sexo. Parecía que al hablar de ella, estaríamos llamando a su puerta. Pero este año parece que esto ha ido cambiando. En este blog vamos a hablar sobre la muerte física, y cómo ésta ha ido socializándose, y formando parte de la esencia inicial del ser humano.

A lo largo de la historia, el hombre ha visto la muerte desde diferentes puntos de vista, dependiendo de la época, cultura en la que se encontraba. La muerte es parte de la existencia humana, es natural y en ciertos momentos y contextos, se ha enfrentado a ella con valentía, resignación, aceptación, miedo, y a veces incluso se ha deseado. Esta diversidad en cuanto a sus representaciones se puede ver en múltiples formatos: arte, escultura, música, tradiciones culturales, literatura) 

REPRESENTACIONES HISTÓRICAS DE LA MUERTE

  • Ars moriedi (El arte de morir) es el nombre de dos textos interrelacionados escritos en latín que contienen consejos sobre los protocolos y procedimientos para una buena muerte y sobre cómo morir bien de acuerdo a los preceptos cristianos de la Edad Media.
  • Stonehenge es un monumento megalítico tipo crómlech, está construido entre el final del Neolítico y principios de la Edad del Bronce, situado cerca de Amesbury. En este complejo se encontraron 58 individuos, mujeres y hombres, cuyos cadáveres habían sido quemados previamente.
  • Transi de René de Chalón, también conocido como esqueleto o monumento al corazón de René de Chalón. Se encuentra situado en el interior de la iglesia de Saint-Étienne en Bar-le-Duc. La escultura se encuentra custodiando la tumba del príncipe. representa a René Chalon en un estado de descomposición, semidescarnado, de él cuelgan tiras de piel seca. En una de sus manos reposa su propio corazón y el esqueleto lo ofrece a un ser superior, o al menos eso podría dar a entender la postura aunque hay quien también piensa que es un claro gesto de penitencia.
  • Mos teutonicus era una tradición del siglo XIII que solucionaba el grave problema del transporte de muertos durante las cruzadas al volver a casa. Consistía en retirar las entrañas y desmembrar el cuerpo. Las distintas partes se hervían en agua o vino durante horas, separando así la carne del hueso y se conseguía un esqueleto limpio, listo para el transporte.

El ser humano es único ser vivo consciente de su fin. La muerte ha estado presente de una u otra manera en el pensamiento humano, ya sea como acontecimiento social, religioso… lo que nos lleva a buscar una respuesta a lo que hay después de morir. No siempre se ha visto la muerte como un hecho traumático, pero en las sociedades occidentales, la muerte se vive como tal y se ha convertido en un hecho social y cultural.

Las diferentes formas de vivir este hecho han dado lugar a diferentes conceptos y cosmovisiones de la muerta. La cultura y el contexto son importantes y esenciales. Los ritos funerarios, creencias, la muerte física y privada tienen sentido en un contexto concreto de la cultura donde se vive. Tiene un lenguaje y está repleto del significado que cada pueblo o población humana, a través de los tiempos la ha dado.  Es decir, es un fenómeno multidimensional.

Las tumbas o enterramientos más antiguos pertenecen al Homo neardentalensis, por lo tanto, podemos pensar, que hubo algún suceso por el cual nuestros parientes cercanos dejaron de ver la muerte como algo más y empezaron a pensar que podía haber algo después de morir. El enterramiento, cómo se lleva a cabo, lo que se entierra con el fallecido, el tratamiento que se le da al cuerpo, nos indica que veían una prolongación de la vida después de la muerte.

A partir de aquí, esto se convierte en un hecho social. Esta consistencia del hecho en sí y la búsqueda de respuestan, ha llevado a lo largo de los siglos a la parición de las diferentes religiones y a grandes mitos y leyendas en relación a los ritos funerarios. Y a un respeto hacia el más allá y un miedo o curiosidad a lo que habría después.

Las religiones han integrado este fenómeno a la vida colectiva, moviliza al gripo social y crea mecanismos para paliar el daño provocado por la perdida de sus miembros. También hay que tener en cuenta las reglas entorno al cuerpo del fallecido ya que tiene mucho que ver con todo lo anterior.      

Giddens habla de la seguridad ontológica, que lo define como el sentimiento de continuidad y orden de los sucesos, incluidos aquellos que no caen directamente dentro del entorno perceptivo del individuo. La muerte amenaza esta seguridad. Es un hecho que el ser humano no controla y eso crea inseguridad y miedo. Desde la ciencia y principalmente en la medicina, se ha intentado controlar. Primero con diferentes remedios naturales y en los últimos tiempos con los avances en medicación, trasplantes… Pero desde otros ámbitos mucho menos científicos, como es la religión se ha intentado superar esta seguridad ontológica planteando fenómenos como son la resurrección o una vida después de la muerte.  

En múltiples textos etnográficos nos ha documento que la angustia o el miedo se encuentra en todas las culturas, y en todas ellas no se traslada como un sentimiento agradable. Las construcciones mentales que producen la muerte evocan a fantasías individuales y colectivas, a sistemas de representación y a diversos mecanismos de defensa o aceptación. Lo imaginario tira de lo simbólico como mero mediador instrumental.

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