¿Por qué se extinguieron los Neandertales?

Hace aproximadamente 5 millones de años, nuestro planeta experimentaría un proceso de cambio climático que transformaría completamente los ecosistemas, climas y especies presentes en el momento. Un enfriamiento repentino que llevó consigo numerosos cambios. Hace 5 millones de años, también, empezaría a nacer nuestra especie, el género Homo. ¿Cómo es posible que, ante un mundo tan adverso, pudiéramos salir adelante y seguir evolucionando hasta el día de hoy? ¿Cómo logra Homo sapiens culminar como la única especie de hominino que existe?

Para responder a esto, debemos estudiar qué es lo que ocurre en la cuna de la humanidad, es decir, África del Este, en este período. En primer lugar, una apertura de los bosques húmedos a zonas de sabana: áreas con menos bosques y árboles en general, proliferación de espacios abiertos y de vegetación herbácea, y aumento de los animales herbívoros. Sin embargo, esta transición no sería lo más destacable de los cambios climáticos que tendrían lugar, sino la variabilidad de los mismos, en concreto, se volvieron imprevisibles. Richard Potts (2012), recalca la importancia de esta realidad climática: no nos encontraríamos con un ecosistema y clima estables durante el nacimiento del género Homo, sino más bien con un período de cambios y fluctuaciones regulares. Es en este punto en el que empezamos a ver las extinciones de numerosas especies adaptadas a una estabilidad climática, entre ellas Australopithecus afarensis en el Este de África, uno de nuestros antepasados más antiguos, a quien quizá conozcáis por los famosos restos de Lucy.

Esta notable fluctuación en el ambiente precisamente no favorecería una supervivencia basada en una extrema especialización a un tipo de ecosistema, clima o ambiente. La supervivencia se basaría en la adaptabilidad y variabilidad de las personas a estas fluctuaciones climáticas. Y es que es precisamente dentro de este período de cambios que vemos la aparición de aquellos rasgos tan característicos humanos: la alta cerebralización y la cooperación extrema. En relación a nuestro tamaño corporal, nuestra especie gozaría de una importante masa cerebral, más grande de lo que nos correspondería en relación con nuestro tamaño. Esta hiper-cerebralización lo que implica es un mayor gasto energético, ya que es necesario para el funcionamiento del cerebro. ¿Cómo es posible que experimentemos este crecimiento de nuestro volumen cerebral? La respuesta la encontraríamos en los cambios ambientales. Con ellos, y con la transición de los primeros australopitecinos a zonas de sabana más abiertas, la dieta cambió, encontrándonos con un aumento en el consumo de carne (principalmente por carroñeo) y de plantas herbáceas duras (como ocurriría en Australopithecus robustus y boisei, especies que se especializarían en el consumo de dichos vegetales).

El desarrollo de la industria lítica, es decir, de herramientas cada vez más sofisticadas, favoreció le aumento del consumo de estos alimentos (que implicaría una selección fisiológica de órganos digestivos más similares a los de los carnívoros) y, por tanto, el aporte de grasas (las cuales observamos con facilidad en niños humanos, quienes, en sus primeras y más importantes etapas de desarrollo, consumen y contienen una gran cantidad de lípidos). Esto es lo que nos daría esa energía para desarrollar nuestro cerebro. En este contexto, tendría lugar también un cambio evolutivo en el que aparecerían dos nuevas etapas tempranas de desarrollo, de larga duración, como son la “niñez” (o segunda infancia o childhood) y la “adolescencia”, que no encontramos en otras especies animales o primates. Estas dos etapas supondrían dos fenómenos fundamentales para nuestro desarrollo: un aumento del tiempo de desarrollo y maduración tanto físicos como cognitivos, donde este aumento cerebral y energético gozaría de un espacio donde aprovecharse y explotarse en mayor medida; y un espacio de tiempo lo suficientemente extenso donde estos individuos aún inmaduros recibieran cuidados por parte del grupo y tuvieran tiempo para asimilar todo un aprendizaje social y bagaje cultural complejos.

Aquí es donde vemos la aparición de la cooperación extrema dentro del grupo, a la hora de aplicar cuidados primarios a los más jóvenes, que cada vez serían más vulnerables por su lento desarrollo. Esto es lo que llamamos la extensión de los cuidados aloparentales a todo el grupo (también altricialidad secundaria), y no sólo a los progenitores. Esto, junto con el mayor consumo de alimentos con un alto aporte energético que requerían mayores esfuerzos para obtenerlos (el cambio climático esparció estos recursos por todo el espacio, dejándolos más lejos), favoreció la necesidad de la colaboración entre miembros del grupo para apoyarse durante los procesos de maternidad y cría. En un entorno en el que se favorece la capacidad de adaptabilidad y cooperación de los individuos, y con un mayor aporte energético por el cambio dietario, sumado a un entorno donde desarrollarse y aprovechar esos cambios, el proceso de exponencial cerebralización cobraría sentido como hipótesis de porqué se produce esta evolución.

Entonces, ¿por qué se extinguieron los neandertales? ¿Acaso no estaban muy cerebralizados como nosotros? Las hipótesis más recientes sobre los motivos de su desaparición, y no de Homo sapiens, consideran las habilidades de adaptación al medio de ambas especies en el período de tiempo que convivieron, y su capacidad de dar respuestas plásticas al cambio climático. Precisamente, Homo neanderthalensis se habría desarrollado en un espacio completamente diferente a Homo sapiens: la Europa de la última era glacial (nuestra especie surgiría en el Este de África). Serían una especie adaptada a los climas fríos de este entorno, y carecerían de los métodos adaptativos que caracterizarían a nuestra especie (desarrollados ante la variabilidad climática que observábamos en estas regiones de África). Aunque, en teoría, estos métodos habrían permitido a los neandertales adaptarse y prosperar ante los cambios climáticos que tuvieron lugar en su hábitat a partir de aproximadamente 100.000 años.

Parte de las adaptaciones esenciales de Homo sapiens (a parte de las características físicas) son las adaptaciones culturales: se ha observado que Homo sapiens empleaba diferentes técnicas y herramientas a las de los neandertales, tanto en su forma y usos como, especialmente, en sus materiales. Estos materiales, en muchas ocasiones, no eran de naturaleza local, sino que su obtención implicaba el recorrido de largas distancias para acceder a dichos recursos. Esto, lo que sugiere, es que posiblemente hubiera una red de intercambio de recursos y materiales entre grupos humanos asentados en puntos relativamente lejanos.

“El potencial de un intercambio de recursos entre grupos distantes significaba que la incertidumbre de tiempos difíciles en un lugar podría haberse compensado mediante la habilidad de depender en recursos más abundantes y economías productivas en lugares lejanos donde se hubieran desarrollado alianzas sociales” (Potts, 2012, p. 161).

Es por esto que los más recientes estudios concluirían que fue precisamente esta reducida versatilidad cultural con respecto a Homo sapiens, así como una estructuración social diferente con menor contacto entre grupos, lo que habría precipitado la extinción de esta especie hominina. Todo dentro de este contexto medioambiental en el que, de nuevo, las fluctuaciones climáticas se volvieron más impredecibles y empezaron a ocurrir más a menudo, a medida que esta era glaciar en la que los neandertalesse desarrollaron (así como muchas otras especies animales altamente especializadas que sufrieron el mismo destino) llegaba a su fin.

~ Noelia

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