La lucha por la despatologización

Hace un tiempo que quería tratar este tema pero no me sentía ni con los conocimientos, ni con la legitimidad para hablar sobre ello. Pese a ello creo que puede ser un tema interesante sobre leer y con el que yo misma he aprendido mucho y me ha ayudado a cuestionar y empatizar con otras realidades. Hoy vengo a hablaros del movimiento por la despatologización de la transexualidad.

Este movimiento aparece en el panorama público español el 7 de octubre del 2007 a través de tres manifestaciones simultáneas contra el trastorno de identidad de género en Madrid, Barcelona y París. Aunque se habían hecho otras pequeñas acciones anteriores a esta, hemos señalado esta como el punto de partida a nivel estatal.

 El primer colectivo que alza la voz contra la patologización trans en el Estado español es la Guerrilla Travolaka de Barcelona, un grupo trans de acción directa que emerge en el año 2006 con el objetivo de visibilizar nuevas formas de ser trans y de explicar las terapias psiquiátricas que sus activistas habían vivido. Desde entonces se ha ido tejiendo una red de alianzas entre grupos a través de la geografía española entre los cuales los más importantes son la Guerrilla Travolaka en Barcelona, la Acera del Frente en Madrid, Stonewall Aragón en Zaragoza, Maribolheras Precarias en A Coruña y Medeak y Egham en Donosti. Estos grupos han ido desarrollando proyectos, artículos, documentales, y jornadas acerca de la desclasificación del trastorno de identidad sexual.

La acción más simbólica y de referencia de este movimiento es sin duda la manifestación contra el T.I.G. que en 2008 agrupó a 11 ciudades y que pretende convertirse en una manifestación a nivel mundial de lucha contra el trastorno de identidad de género.

Son los primeros pasos hacía una movilización internacional. Los activistas trans que se han ido movilizando proponen crear la Red Estatal por la Despatologización Trans (actualmente Red Internacional por la Despatologización Trans). Se inicia así en España una campaña internacional con el objetivo de que dure hasta la aparición del DSM-V. Su nombre es Stop Trans Pathologization-2012 (STP-2012). Utilizar el año 2012 (año en el que estaba prevista la publicación del DSM-V) ha sido la forma de visibilizar el tiempo y la emergencia de la campaña. Sin embargo, la APA hacía público que la fecha de aparición del nuevo manual sería en mayo del 2013, un retraso debido a las presiones que está recibiendo la revisión del DSM.

La campaña STP-2012 ha tenido una muy fuerte y positiva respuesta por parte de activistas trans de todo el mundo. El 17 de octubre del 2009 se movilizaron más de 40 ciudades en todo el mundo (16 de ellas españolas) respondiendo a la llamada de una acción simultánea. Un éxito histórico para el movimiento trans y una reivindicación que actualmente apoyan grupos de todos los continentes, médicos y psiquiatras, académicos y muchas más personas de todo el planeta.

En el año 2015, STP cuenta “con la adhesión de más de 397 grupos, redes activistas, instituciones públicas y organizaciones políticas” de los cinco continentes (STP 2015). La campaña STP centra actualmente sus esfuerzos en pedir la retirada de la categoría “Trastornos de la Identidad de Género” del capítulo V (“Trastornos mentales y del comportamiento”) de la próxima edición de la CIE, cuya presentación estaba prevista para 2018 (consiguiéndolo).  Partiendo del reconocimiento de que la despatologización y el derecho a una atención sanitaria son derechos humanos básicos y no excluyentes, STP propone la introducción de una mención no patologizante (como proceso de salud no basado en la enfermedad o trastorno) de la atención sanitaria a las personas “trans”. Esta red internacional sugiere que el nuevo bloque de “atención sanitaria trans-específica” se incluya en el capítulo XXI: “Factores que influyen en el estado de salud y contacto con los servicios de salud”. En la elaboración del nuevo bloque consideran fundamental realizar una descripción basada en los procedimientos relevantes para la atención sanitaria (y no en hipótesis etiológicas o criterios diagnósticos), reconocer la diversidad de trayectorias y garantizar el derecho a la cobertura pública de la atención (STP 2013; 2012; 2011).

Si analizamos el manifiesto que esta asociación tiene en su web podemos ver sus reivindicaciones específicas:

  • Exigimos la retirada de la transexualidad de los manuales de enfermedades mentales (DSM-TR-IV y CIE-10).
  • Reivindicamos el derecho a cambiar nuestro nombre y sexo en los documentos oficiales sin tener que pasar por ninguna evaluación médica ni psicológica. Y añadimos que pensamos, firmemente. que el Estado no debería de tener ninguna competencia sobre nuestros nombres, nuestros cuerpos y nuestras identidades.
  • Hacemos nuestras las palabras del movimiento feminista en la lucha por el derecho al aborto y el derecho al propio cuerpo: reivindicamos nuestro derecho a decidir libremente si queremos o no modificar nuestros cuerpos y poder llevar a cabo nuestra elección sin impedimentos burocráticos, políticos ni económicos, así como fuera de cualquier tipo de coerción médica. Queremos que los sistemas sanitarios se posicionen frente al trastorno de identidad sexual, reconociendo la transfobia actual que sostiene su clasificación, y replanteen su programa de atención sanitaria a la transexualidad haciendo de la evaluación psiquiátrica una paso innecesario y del acompañamiento psicoterapéutico una opción voluntaria.
  • Exigimos también el cese de las operaciones a recién nacid*s intersex.
  • Denunciamos la extrema vulnerabilidad y las dificultades en el acceso al mercado laboral del colectivo trans. Exigimos que se garantice el acceso al mundo laboral y la puesta en marcha de políticas específicas para acabar con la marginación y la discriminación de nuestro colectivo. Exigimos, además, condiciones de salud y seguridad en el desarrollo del trabajo sexual y el fin del asedio policial a estas personas, así como del tráfico sexual.
  • Esta situación de vulnerabilidad se acentúa en el caso de las personas trans inmigradas, que llegan a nuestro país huyendo de situaciones de extrema violencia. Exigimos la concesión inmediata de asilo político en estos casos a la vez que reivindicamos la plena equiparación de derechos de las personas migrantes. Denunciamos los efectos de la política de extranjería actual sobre los sectores socialmente más vulnerables.
  • A la vez que gritamos que no somos víctimas sino seres activos y con capacidad de decisión sobre nuestra propia identidad, queremos recordar también todas las agresiones, asesinatos y también los suicidios de las personas trans a causa de la transfobia. Señalamos al sistema como culpable de estas violencias. El silencio es complicidad.

La crítica por excelencia que ha recibido el movimiento por la despatologización trans es que no construye una alternativa para asegurar que tras la desclasificación del trastorno continúe existiendo una atención sanitaria a las personas trans, ya que hasta ahora el tratamiento médico se hace en tanto que se trata de una patología. En este sentido se concluye que es estratégico asumir la patologización a cambio de derechos sanitarios.

Para responder a este argumento hace falta decir que hay un error clave en su planteamiento: la patologización no garantiza la atención sanitaria. Es más, en muchos países las identidades trans son condenadas y perseguidas. Formar parte de un catálogo de enfermedades mentales no es garantía de nada. Más allá de esto, la respuesta que proponemos es muy fácil de entender: no se puede vivir bajo la etiqueta de enfermos para poder acceder a sus derechos sanitarios. Si tienen derecho a la atención sanitaria pública no es porque sean enfermos sino porque son sus usuarios. Y si las personas trans necesitan modificar su cuerpo y por tanto un seguimiento médico no es porque estén enfermas sino porque el sistema social no contempla la posibilidad de que sus cuerpos existan como tales y su vía de escape, su estrategia para sobrevivir es en muchos casos realizar un tránsito en el género.

IDENTIDADES TRANS

El movimiento despatologizador de la transexualidad pasa por entender esta como un conjunto de trayectorias vitales posibles, heterogéneas, cambiantes y fluidas. De esta forma, nos encontramos con una apelación a la apertura de las categorías de género en nuestra sociedad, encontrando nuevas propuestas que traspasan las dicotomías tradicionales y proponen sistemas de género no binarios, así como romper con el eje de un sexo, un género, una sexualidad.

Es así como según dice Tena, existe una presencia cada vez más visible de trans que ya no quieren pasar por un hombre o por una mujer, politizan la construcción sexuada de un cuerpo y reclaman su condición específica trans:

  •  Transhombres con mamas desarrolladas que no desean amputar y quienes se sienten hombres con vaginas sin necesidad de tener un falo construido.
  •  Mujeres transexuales que no quieren cirugías, tienen pene y testículos.

Esto nos ayuda a pensar en una identidad de género que no depende de la marca genital y por tanto cuestiona la obligatoriedad de la intervención quirúrgica.

A esto se una la población transdisidente de la heterosexualidad que muestra la pluralidad del deseo:

  • Transexuales gays
  • Transexuales lesbianas
  • Transexuales bisexuales.
  • Sociedades con género múltiple

Y la población de travestis, drags, que juegan con la representación del género y nos muestran la artificialidad de esta categoría. Población transeúnte que muestra la flexibilidad, mutabilidad, inestabilidad y artificialidad de las identidades frente al esencialismo biomédico.

Todas estas experiencias son críticas ante lo que un hombre y una mujer son y deben ser. Incumplen la homología entre el sexo y el género, son itinerarios políticos porque cuestionan los límites impuestos a partir de lo que las disciplinas biomédicas han definido como cuerpos, sexos, géneros, sexualidades e identidades de verdad. La población trans también avanza, frente al hegemónico modelo clínico, hacia la visibilización de un género no necesariamente circunscrito a los estereotipos de la masculinidad y la feminidad y hacia la construcción de un cuerpo que huye de las tradicionales intervenciones médicas.

El estudio de las identidades trans y las necesidades que estas personas tienen dan pie a un análisis de género fuera de las categorías normalizada. El énfasis se traslada del individuo, que deja de estar enfermo, a la sociedad, que es la que pasa a considerarse transfóbica.

El feminismo y el estudio del género nos ayuda a poder abrir la mirada a otras posibilidades de identificación y por tanto de existencia. Las identidades trans nos dan cuenta de que:

En primer lugar, las identidades trans socavan la asunción de la cadena simbólica de que a un sexo le corresponde de manera unívoca una identidad de género. Según esta asunción, a unos atributos anatómicos/fisiológicos les pertenece una identidad particular: determinadas características sexuales conducen a un hombre y otras tantas a una mujer. La idea de que la identidad de género es un correlato del cuerpo sexuado se vuelve problemática cuando las identidades trans evidencian trayectorias diferentes: cuerpos que no se corresponden con las identidades que se les han asignado, modificaciones corporales totales o parciales que obedecen a una reconfiguración de la identidad.

En segundo lugar, el tránsito entre los géneros también cuestiona el presupuesto de que la identidad de género es un atributo fijo, un núcleo coherente y estable en el tiempo. Las identidades trans se muestran como identidades fluidas, donde la masculinidad y la feminidad se vuelven membranas permeables y transitables en lugar de núcleos herméticos y esencialmente definidos.

En tercer lugar, un sector de la comunidad trans cuestiona también el binomio hombre-mujer como sistema exclusivo y excluyente de identificación. Desde esta mirada, estas categorías son construcciones sociales que coaccionan las formas de identificación y generan una exhaustividad innecesaria. Algunas personas trans, por ende, rechazan definirse de manera esencial y unívoca como hombres o mujeres y reivindican la posibilidad de vivir en posiciones intermedias o externas al binomio (Fausto-Sterling, 2000; Preciado, 2004).

Todas estas experiencias son críticas ante lo que un hombre y una mujer son y deben ser. Incumplen la homología entre el sexo y el género, son itinerarios políticos porque cuestionan los límites impuestos a partir de lo que las disciplinas biomédicas han definido como cuerpos, sexos, géneros, sexualidades e identidades de verdad. La población trans también avanza, frente al hegemónico modelo clínico, hacia la visibilización de un género no necesariamente circunscrito a los estereotipos de la masculinidad y la feminidad y hacia la construcción de un cuerpo que huye de las tradicionales intervenciones médicas.

Situar las categorías de género como contingentes, como artefactos discursivos y no como entidades estables y esenciales, es ventajoso para articular procesos de transformación a favor de la noción de que el género puede ser establecido a través de la asignación o la elección, pero siempre sin coerción (Butler, 2004)

~ Arantxa

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